La consagración de la primavera

 La consagración de la primavera. Modris Eksteins.


El soldado desconocido como centro de esta historia donde Eksteins imbrica el sentido de vanguardia y modernidad en las dos grandes guerras y sus márgenes, argumentando que Alemania fue bastión de la modernidad del siglo XX con una potencia de acción que desembocó en acontecimientos donde introspección, primitivismo, abstracción y construcción de mitos en la política y las artes fueron manifestaciones emparentadas. Este libro intenta acercarse a los intereses y emociones que generaron el espíritu de ésta época desde trincheras antagónicas: guerra y cultura. Eksteins: “Si ha habido un único tema principal en la estética de nuestro siglo es que la vida de la imaginación y la vida de la acción son una sola cosa.”
En 1913 se estrenó “La consagración de la primavera” de Stravisnki en París. Escandalosa tanto en rechazo como en entusiasmo. La representación supuso un hito de modernidad como cultura del acontecimiento sensacional donde arte y vida se fusionan en una sola energía. A través de citas de manifestaciones de arte total como “El teatro de los Campos Elíseos, “Diáguilev y los Ballets Rusos”, el autor relata un hambre de plenitud alejado de la antinomia “esto o lo otro”.
Escándalo y celebración continuados en Berlín en 1914 con la declaración de guerra. 300.000 personas se congregan ante el palacio real. La vida adquiere trascendencia y Alemania se despide del Atraso. Técnica, económica y militarmente la nación estaba considerada como la más poderosa del planeta y su idea de Kultur preocupada por la libertad interior, la autenticidad, la verdad por encima de la superficialidad y simulación de ingleses y franceses debía hacer prevalecer su Gesamtkunstwerk (obra de arte total). Todas las capas sociales alemanas se identificaban con ideas de novedad, regeneración y cambio, y tomaron la guerra no como medio de anexión y expansión físicas sino como un ideal existencial, prueba suprema del espíritu. Nada que ver con las premisas británicas de la guerra; valores, civilización, ¡espíritu deportivo!, y una unión trascendental del futuro con el pasado.
A partir de la “confraternización” en las trincheras con el enemigo en las navidades del 14 Eksteins formula la motivación de los contendientes, de aquellos hombres “vagabundos entre dos mundos” prestos a atacar con 30 kilos a sus espaldas y un Schnaps o un Pinard, según, en el estómago. Todo por no ceder ni un palmo de terreno o por recuperarlo y con unas claras consecuencias, la desaparición de la “caballerosidad”. Las ratas como gatos, los piojos, la lluvia, el frío y los fallos mortales de la propia artillería ayudaban poco. El vitalismo dionisíaco alemán se desvaneció hasta transformar y ampliar las leyes de la guerra al uso del gas, los lanzallamas, los submarinos y a las incursiones con Zepelín en Londres y París. La gloria y la caballerosidad cedieron a la resistencia, la determinación, compromiso, valor y perseverancia. El deber tenía otros paladines. Dicho por Max Weber, “La guerra se había agotado a sí misma espiritualmente”. Palabras como valor, gloria, heroísmo...estaban perdidas. Un automatismo anestesiante se instaló en los soldados de las trincheras. En sus cartas desde el frente predominaban preocupaciones materiales y sentimentalismos intrascendentes. Si los civiles eran incapaces de entender aquello por lo que pasaban los soldados, estos no lograban articular ni explicar coherentemente unas experiencias que periodistas manipuladores deformaban. Su lucha y sus vidas eran de seres completamente “Solos”, terminaba una época, se acababa el mundo.
París, 21 de mayo de 1927. La ciudad y sus alrededores colapsada por la llegada de Lindberg. Medio millón de franceses recibieron al aviador. Voló solo y el acto fuera de su propia energía y realización no parecía en aras de nadie. ¿De nadie? La espantosa idea de que la guerra tal vez no hubiera merecido la pena estaba ahí. ¿Qué se había ganado? Sin respuesta se apostó por el sentido de la vida por la vida misma. Hedonismo, narcisismo, freudiana negación de la represión...alimentaron radicalismos políticos. Los años 20 se convirtieron en los sueños de los años 20. Paul Valéry: “La mente ha sido herida con crueldad...y duda profundamente de si misma”. Lindberg en París, Bruselas y Londres depositó flores en la tumba al soldado desconocido, un acto personal tras un paisaje de destrucción y desolación. “La América audaz, que siempre actúa y nunca vuelve la vista atrás” (Fernand Léger) parecía llegar para quedarse. Era Alemania la que menos resistencia oponía.
En 1929 se publica “Sin novedad en el frente” de E.M. Remarque. Novelas, películas, pinturas sobre la guerra...se multiplican hasta hacer parecer el arte más verdadero que la historia. De “diario de guerra” y “condena emocional” el tiempo y sus agentes convirtieron la novela de Remarque en manifiesto antimilitar y propaganda antialemana. Tiempo y agentes del nacionasocialismo.Para Hitler la guerra no terminó en 1918. En su programa de partido la acción sustituyó a la ética. Importaba el acto, la declaración, el pronunciamiento, no el contenido; la afirmación y el culto del yo, la preocupación por la energía nacional, el gran yo. Lindberg fue recibido y condecorado por Göring en 1936. Gran parte de los intelectuales, “todo es permitido si conduce a la experiencia”, dijo Gottfried Benn, tomaron partido por Hitler. Nietszche había afirmado que la única forma de justificar el mundo era como fenómeno estético.



Silvio Loscertales


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